Con los ojos llenos de lágrimas, pego este video. Cuando reaccione de este làpsus seguiré escribiendo.

Duras imágenes las que vemos en este vídeo, no habrá quien cierre sus ojos y no quiera saber nada de la cruda realidad que viven millones de niños todavía en nuestro mundo. Porque me viene a la mente una cita, que dice algo así: el que cierra sus ojos y su corazón al clamor de los pobres, y de los mas desfavorecidos...
Es muy triste ver este vídeo, pero más triste es cruzarse de brazos, cerrar nuestros ojos, cerrar nuestro corazón y seguir haciendo nuestra vida. Afanándonos por atesorar riquezas materiales, preocupándonos por como haremos para conseguir más puntos en nuestro puesto de trabajo, para que nos suban de categoría y ganar mas dinero, porque ropa me pondré mañana para ir a trabajar, que manjar prepararé mañana para comer.
Escribo todas estas situaciones e inquietudes de nuestra vida diaria, porque para muchos se han convertido en una rutina o forma parte de su vida cotidiana, sin pararse a pensar que hay niños que: no pueden ir al colegio, porque no tienen el uniforme correspondiente para poder acceder a su aula, niños en edad de estar escolarizados se ven obligados y presionados a ir a trabajar con la incertidumbre de no saber si va a percibir su jornal, que si tiene la gran suerte de cobrar equivaldrá a 0´30 € que no le llegará apenas para ingerir algo que llene el hueco de su barriguita.
Millones de niños en nuestro mundo, viven en condiciones infrahumanas, sin saber ni tener una seguridad de que su calidad de vida, algún día pueda mejorar. Durmiendo en la calle, teniendo como sábana o manta, con mucha suerte un cartón, de colchón ya ni hablemos el colchón flex, se ha visto ocupado por el asfalto flex. Las largas búsquedas de buscar algo que comer entre los vertederos, dónde lo único que están consiguiendo es llenarse de parásitos, piojos, etc. Niños, que nunca han tenido la suerte de probar un caramelo, un dulce.
Una de las cosas que más me marcó en mi primer viaje de ayuda humanitaria a la región del Madre de Dios, en Perú, fue cuando me dirigí a hacerle una caricia en la cara a un niño llamado Luís. Este llevaba más de un año albergado en nuestro hogar de acogida para niños huérfanos y necesitados, la reacción de este fue impulsiva y cuando vio que acercaba mi mano a su cara, automáticamente esquivó mi gesto, creyendo que yo le iba a pegar. Esto me marcó, el temor que este niño tenía, sin saber hoy en día por cuantas situaciones traumáticas y de malos tratos habría tenido que soportar y padecer. Dejo aquí el tema no zanjado, sino por no extenderme más y dejarlo para otra entrada en mi blog, para invitar a quien quiera colaborar para que esta situación cambie, que medite y se anime que no son grandes cosas las que hay que aportar, sino un sentir sincero y de corazón, para impedir que haya mas niños en situaciones tan precarias. Recibir un gran saludo, y espero que meditéis en la situación de estos niños.